jueves, 21 de noviembre de 2013

Él era increíble, único, decía cosas sin sentido que muchas veces no lograba entender, yo solo reía, simulando entender cada palabra que salía de su boca, solo tenía una cosa en mente y era la poesía, no es que no me gustase la poesía es que tenía otras cosas en que pensar, su mirada por ejemplo, ¡ah! su sonrisa era otra de ellas, y digamos también que su cabello, rizos perfectos como ningún otro.
No hay día que no mencione sus locuras, sus pasiones, yo cada día observo su sonrisa, me pierdo en su mirada y acaricio su cabello, sigo sonriendo y fingiendo que hago parte de aquello que tanto me cuenta, no lo ignoro, solo es imposible no quererle y eso hago a cada instante.
Tiene manías, algunas perfectas, otras no tanto. Detestaba alguna de ellas y se que él detestaba las mías, pero como dice una frase, cuyo autor desconozco: "Cuando realmente amas a alguien, incluso si hay un millón de razones para dejarlo, todavía buscas una razón para quedarte. Así es el amor". Y sí, así es, porque a pesar de todo le amaba como aman las flores a los árboles, y este amor era más fuerte que el querer escucharle sus tontas poesías, insisto no es que no me guste la poesía es que tenía mi propia poesía y esa era él.